A mi hijo Martín, para que mis palabras te ayuden a volar
Hace tiempo tuve la suerte de acudir a un seminario llamado “El guion de vida en Psicoterapia” impartido por José Luis Martorell, un descubrimiento que además de ser muy interesante a nivel de autoconocimiento resulta una herramienta muy reveladora para utilizar en el proceso terapéutico con el fin de analizar cuestiones que arrastramos en nuestras vidas bajo la apariencia de “elecciones personales” pero que nos resultan muy pesadas o sentimos que nos están lastrando, en relaciones personales, laborales, o en nuestro propio desarrollo personal.
Siendo de mucha ayuda, una de las cuestiones en las que he encontrado dificultad con muchos de mis pacientes ha sido la de explicar cómo ese “guion” adquirido en una edad temprana y de un modo inconsciente (una de las cosas que les hace muy eficaces son su invisibilidad) les afecta en su vida a través de la repetición de secuencias de insatisfacción y sobre todo en la construcción de lo que consideramos “identidad”.
Empecemos por definir lo que según Eric Berne es un guion. “Un guion es un plan de vida formado en la primera infancia bajo la presión parental y que después continúa en vigor. Es la fuerza psicológica que impulsa a la persona hacia su destino, tanto si la persona la combate como si dice que es su libre voluntad.” En el caso de malestares, estos guiones suelen ser negativos y sobre todo rígidos (aun siendo positivos), la rigidez nos deja atrapados en narrativas sobre nosotros mismos que son difícilmente modificables, una de las posibilidades para liberarnos para poder progresar personalmente es a través de la terapia, esta nos ofrece una oportunidad para cambiarlos a través de su descubrimiento, cuestionamiento y elaboración de nuevos guiones en los que podamos encontrar nuestros verdaderos valores.
De una forma muy esquemática, podríamos decir que esos guiones comienzan a forjarse a través de las atribuciones e interpretaciones de la realidad que los padres emiten respecto a sus hijos, y que, de las mismas empieza a constituirse un mito que podría resumirse en la idea de lo que “yo creo que soy”, un texto de Carl R. Rogers procedente de “El proceso de convertirse en persona”, sintetizaría bien la idea de la que estamos hablando:
“Muchos de nosotros tal vez desconozcamos la tremenda presión que ejercemos sobre nuestras esposas o esposos y nuestros hijos para que tengan los mismos sentimientos que nosotros. A menudo es como si dijéramos: “Si quieres que te ame debes sentir igual que yo. Si yo siento que tu conducta es mala, debes sentir lo mismo; si opino que cierta meta es deseable, debes sentir lo mismo.”
De este modo y en muchos casos cuando llegamos a terapia, venimos llenos de aceptaciones de atribuciones negativas (también positivas), que no son fruto de nuestro conocimiento personal, si no de los “mitos” construidos durante décadas sobre quién soy, qué me define, y qué es lo que quiero. Cuanto más rígidas hayan sido esas atribuciones en nuestro entorno familiar, más lugar dejan al malestar emocional y menos al crecimiento personal. En la cúspide de la pirámide de esta rigidez, estaría una forma de comunicación en la cual las atribuciones parentales tendrían esta estructura: Yo (que soy como yo te digo), te estoy diciendo a ti (que eres como yo te digo), esto (que es lo que yo te digo), en este contexto (que yo te digo como se define). Como se puede observar ninguno de los cuatro elementos que incluye la interacción son discutibles, lo que en un entorno adulto estaría considerado como maltrato.
Si comenzaba a hacer algo que no fuera de tu gusto y tú me amenazabas con el fracaso, el respeto por tu opinión era tan grande en mí, que el fracaso, aunque fuese mucho más tarde, era irremediable
FRANZ KAFKA
El análisis de estos mitos, y la elección personal de aquello que de verdad queremos o nos constituye, nos va a ayudar a salir de repeticiones vitales que nos generan sufrimiento y seguramente arrastramos durante décadas. Un buen contexto para poder descubrir, ser conscientes y liberarnos es la terapia, ya que en muchos de sus elementos son un buen marco para reescribir ese guion, en primer lugar nos ayuda a tomar conciencia de las voces en nuestra cabeza que queremos acallar para avanzar en nuestro camino valioso, en segundo lugar la terapia es una oportunidad de crecimiento personal que nos proporciona, un espacio seguro, un vínculo sano en la que la figura del terapeuta que tiene un papel fundamental en la sanación de esos vínculos tempranos en los que no hemos podido desarrollar un sano autoconcepto, la validación de nuestra experiencia y la invitación al cambio nos va a ayudar a cuestionar nuestras identificaciones opresivas, para de este modo crecer y sanar.

Patricia Santiago García
Psicóloga General Sanitaria (M-26280)
Experta en Intervención Psicoterapéutica
Experta en Mediación y Orientación familiar
Experta en Terapia de Pareja