Frecuentemente nos encontramos entre terapeutas y pacientes con la sana discusión sobre qué es la autoestima, curiosamente hay un alto porcentaje que considera tenerla, hasta que se producen preguntas y situaciones en las cuales sale a la luz el grado de afectación que produce el error, el fracaso o la comparación social.
El problema es que en muchas ocasiones para “sentir autoestima” estamos valorándonos desde una escala distorsionada basada en el aspecto materialista, en el estatus social, en la estética, y en todos aquellos aspectos que nos pueden ser arrebatados por las circunstancias o que inexorablemente van a deteriorarse, olvidamos que en la vida nada permanece, ni realmente nos pertenece. Si basamos la autoestima en el TENER, y no en el SER, solo estaremos alimentando la idea de tener autoestima, pero desaparecerá tarde temprano en función de las circunstancias. La única solución para lograr una autoestima real se basa en cultivar nuestras virtudes, cualidades y dones, independientemente del éxito que produzca, lo cual conlleva un gran ejercicio de aceptación.
La autoestima se va gestando durante nuestra infancia, todos llevamos un niño en nuestro interior de tres, seis, doce y así hasta el momento vital en el que nos encontremos. Todas esas etapas vitales siguen existiendo en nuestro interior, y cada una de ellas se ha construido en base a la anterior. Dentro de estas fases que nos acompañan hemos ido desarrollando ingredientes sanos y dañinos, y estos se han gestado con cada uno de los tratos que nos han ido moldeando. En un primer momento, la autoestima se ha construido de fuera hacia adentro, pero curiosamente la única forma de recuperarla es desde dentro.
Como ejemplo de secuela de esos tratos recibidos en la infancia, a veces podemos pedir el afecto que nos faltó, pero precisamente en personas que no van a ser capaces de darnos afecto. Paradójicamente “nos atrae aquello que nos resulta familiar” a un nivel tan inconsciente que en la mayoría de ocasiones no detectamos el porqué de la repetición de patrones dañinos. Se ve especialmente en los casos de elección de parejas disfuncionales, o que no son lo que realmente deseamos o lo que nos viene bien a nuestras vidas.
Por fortuna para todas y todos, nuestra biografía no es nuestro destino y tenemos la capacidad de cambiar. La parte positiva de lo peor que hemos vivido, es la oportunidad de ser mejor si sabemos encauzarlo y gestionarlo.
Cómo podemos fortalecer nuestra autoestima, ahora que conocemos que no depende de factores externos.
Vamos a proponer algunos puntos fundamentales:
CONCIENCIA: Autoconocimento, saber cómo somos, hacernos preguntas, saber lo que podemos mejorar.
ACEPTACIÓN TOTAL: Se trata de sanar a nuestro niño interior, no juzgarnos no significa perder el afán por mejorar, significa poder decirnos “te quiero igual”
CORTOCIRCUITAR LA VOZ CRÍTICA: Para el dialogo interior destructivo.
DEJAR DE BUSCAR EL RECONOCIMIENTO EN LOS DEMÁS: Cada persona libra su propia batalla personal, y no podemos dejar en sus manos ni nuestras vidas ni el amor que sentimos por nosotros mismos.
TOMAR RESPONSABILIDAD: Preguntarnos ¿qué estoy dispuesta a hacer por mí?
ALEJARNOS DE PERSONAS TÓXICAS: Especialmente en situaciones que producen bucles crónicos, ejemplo frecuente madres o familiares tóxicos por las que muchas pacientes siguen buscando su aprobación.
APRENDER A SOLTAR LA CULPA: Entender la responsabilidad sobre nuestras acciones y mejorar también implica perdonarnos y saber pedir perdón.
APRENDER A HABLARNOS BIEN: Identificar y aprender a reestructurar nuestras creencias limitantes y nuestros diálogos dañinos.
HACER DEPORTE Y SER CONSCIENTES DE NUESTRA ALIMENTACIÓN: Como forma de cuidado y amor propio.
Lo que de verdad nos hace grandes es todo lo que hemos superado, no lo que tenemos ni lo que hemos conseguido.

Patricia Santiago García
Psicóloga General Sanitaria (M-26280)
Experta en Intervención Psicoterapéutica
Experta en Mediación y Orientación familiar
Experta en Terapia de Pareja