Intervención y acompañamiento en procesos de duelo
Una escucha honesta es la mejor medicina que podemos ofrecer al que pasa dolor.
-Jean Cameron.
El duelo es un tema al que recurrentemente los seres humanos nos tenemos que enfrentar a lo largo de la vida de forma inevitable, sin embargo y a pesar de ser una circunstancia inherente a la propia existencia, las sociedades occidentales (especialmente) habitualmente no hacen un buen abordaje del tema, da la sensación como si nos hubiésemos acostumbrado a no mirar de frente al dolor de la pérdida, y al sufrimiento ya sea material, personal, de frustración de expectativas vitales, etc.
Algo parecido a resistirse a asumir que el sufrimiento, en uno u otro momento va a formar parte de nuestra vida, resistencia a aceptar que el duelo es el pasaporte para superar el sufrimiento hasta tal punto que enfermedades crónicas tienen que ver con duelos no resueltos. Curiosamente dentro del ámbito de la psicología, el duelo es una dimensión poco tratada a nivel clínico pero con mucha demanda y aunque resulte impopular decirlo, si el profesional de la psicología o la psiquiatría no se toma la molestia de investigar específicamente sobre su papel con dolientes, es fácil que no tenga los suficientes recursos para saber cómo desempeñar su trabajo frente al duelo.
El duelo es una sensación de pérdida sin posibilidad de reparación. Se suele asociar a la muerte pero puede tener distintas causas: la desaparición de un ser querido, una separación o divorcio, la pérdida de la salud o cambiar el país de residencia. Todas ellas, provocan emociones y sentimientos que tienen una base común, pero que se diferencian en la intensidad y en la capacidad para asumir la pérdida.
Vamos a comenzar por identificar algunos tipos de pérdidas:
1.- Pérdidas por fallecimiento: La pérdida de un ser querido es la principal causa de estrés en todo el mundo. El tipo de fallecimiento, cómo se ha actuado con el fallecido antes de morir, los asuntos pendientes, el parentesco, etc. , determinarán la respuesta que el doliente tendrá ante este tipo de pérdida.
2.- Pérdidas sentimentales: Dentro de esta categoría se pueden incluir los siguientes subtipos
Amorosas: las pérdidas por divorcios, separaciones, noviazgos, pueden llegar a causar estragos en las vidas de las personas, afectando fuertemente a los valores, creencias, pérdida de la autoestima, disminución del rendimiento laboral y sensación de vacío.
Relaciones familiares: Las relaciones familiares son, a menudo, fuente de conflictos y de malestar emocional. Los enfrentamientos que acaban generando la pérdida de la relación entre hermanos, como sucede con bastante frecuencia durante enfermedades crónicas que requieren exigentes cuidados, generan sentimientos de duelo
Amistades: Del mismo modo la pérdida de las relaciones con los amigos, cuando uno podría esperar que siempre estarían a su lado, pueden generar en la persona que la vive, sensaciones propias de duelo como desconfianza, frustración y soledad.
3.- Pérdidas materiales: Las pérdidas materiales pueden llegar a generar en las personas damnificadas una fuerte sensación de pérdida y, por lo tanto, pasar por el ciclo del duelo.
Dentro de las pérdidas materiales podrían englobarse: despidos, cambios de trabajo, desahucios, cambio de ciudad de residencia, negocios fracasados, etc.
3.- Pérdidas vitales: Pérdidas fruto del paso de la vida y que inevitablemente cierran una etapa vital. La menopausia en las mujeres supone el fin de un ciclo y trae consigo un proceso de duelo, de pérdida. Del mismo modo, las crisis vitales aparecidas como consecuencia de la jubilación, el síndrome del nido vacío, suponen un reajuste en la vida social, familiar y laboral de las personas en esta situación, por tanto, desencadenan el inicio de un ciclo de duelo.
Como se puede observar una de nuestras tareas vitales es hacernos expertos en gestionar situaciones de este tipo, pero ¿realmente sabemos?, mi respuesta es, que en general no, es por ese motivo que en muchas ocasiones, el estancamiento en un duelo crónico o en alguna de sus fases, nos hace buscar ayuda profesional. La cuestión es ¿para qué nos sirve un psicólogo en el proceso de duelo?.
La intervención y el acompañamiento en el proceso de duelo, es una de una de las intervenciones menos directivas dentro del ámbito clínico, y que requiere de un perfil más humanista por parte del profesional. En realidad, los psicólogos actuamos como copilotos que guiamos, pero el doliente es quien lleva el volante, la terapia es para el doliente un espacio libre donde va a poder transitar por sus emociones, especialmente las que menos “aceptables” son en otros espacios sociales. Exponer envidia, ira, enfado, rabia sin ser juzgado. Como especie somos seres portadores de mucha IRA y una fobia enorme a que nos rechace la manada. El exceso en el deseo de aceptación en muchos casos también nos hace llegar a situaciones de gran ansiedad. Ira y miedo al rechazo son dos componentes en la elaboración del duelo, muy difíciles de expresar y canalizar, y es en ese espacio libre que debe ser la terapia donde vamos a poder ser capaces de elaborar todos estos sentimientos. Otra de las emociones que más se repiten en nuestros pacientes es la CULPA, es la criptonita de los seres humanos, y nos la podemos encontrar en muchos procesos, y en el duelo de una forma muy marcada, ¿Cuál debe ser el papel del psicólogo ante la culpa del doliente?. A pesar de las tentaciones humanamente normales, nuestro papel como psicólogos, no será el de sacar de ahí a nuestros pacientes, más bien es la de investigar ¿para qué sirve?, si hay esas emociones, es porque sirven para algo, aguantar la tentación de no reestructurarla, sino ayudar a elaborar a nuestro paciente su veredicto final. Dar diferentes salidas a las que la sociedad ante este tipo de situaciones habitualmente propone, y que evidentemente a la persona que nos reclama ayuda no le están sirviendo. Son los propios dolientes los que nos dicen lo que es funcional y lo que no, y debemos estar muy atentos.
Así pues, desde esta actitud, acompañaremos en las diferentes fases del duelo a nuestros pacientes. De forma resumida podemos exponer las cinco etapas del duelo tras la muerte de alguien querido, que son descritas por Elisabeth Kübler-Ross de la siguiente manera.
- Etapa de la negación
El hecho de negar la realidad de que alguien ya no está con nosotros porque ha muerto, permite amortiguar el golpe y aplazar parte del dolor que nos produce esa noticia. Aunque parezca una opción poco realista, tiene su utilidad para nuestro organismo, ya que ayuda a que el cambio de estado de ánimo no sea tan brusco que nos dañe.
La negación puede ser explícita o no explícita, es decir, que aunque nos expresemos verbalmente aceptando la información de que el ser querido ha muerto, en la práctica nos comportamos como si eso fuese una ficción transitoria, es decir, un papel que nos toca interpretar sin que nos lo creamos del todo.
En otros casos, la negación es explícita, y se niega de manera directa la posibilidad de que se haya producido la muerte.
La negación no puede ser sostenida de manera indefinida, porque choca con la realidad que aún no se ha llegado a aceptar del todo, así que terminamos abandonando esta etapa.
- Etapa de la ira
La rabia y el resentimiento que aparecen en esta etapa, son fruto de la frustración que produce saber que se ha producido la muerte y que no se puede hacer nada para arreglar o revertir la situación.
El duelo produce una tristeza profunda que sabemos que no puede ser aliviada actuando sobre su causa, porque la muerte no es reversible. Además, la muerte es percibida como el resultado de una decisión, y por eso se buscan culpables. Así, en esta fase de la crisis lo que domina es la disrupción, el choque de dos ideas (la de que la vida es lo deseable y la de que la muerte es inevitable) con una carga emocional muy fuerte, por lo que es fácil que se den estallidos de ira.
Así, es por eso que aparece una fuerte sensación de enfado que se proyecta en todas las direcciones, al no poder encontrarse ni una solución ni alguien a quien se le pueda responsabilizar completamente por la muerte.
Aunque una parte de nosotros sepa que es injusto, la rabia se dirige contra personas que no tienen la culpa de nada, o incluso contra animales y objetos.
- Etapa de la negociación
En esta etapa se intenta crear una ficción que permita ver la muerte como una posibilidad que estamos en posición de impedir que ocurra. De algún modo, ofrece la fantasía de estar en control de la situación.
En la negociación, que puede producirse antes de que se produzca la muerte o después de ésta, fantaseamos con la idea de revertir el proceso y buscamos estrategias para hacer que eso sea posible. Por ejemplo, es frecuente intentar negociar con entidades divinas o sobrenaturales para hacer que la muerte no se produzca a cambio de cambiar el estilo de vida y «reformarse».
Del mismo modo, el dolor es aliviado imaginando que hemos retrocedido en el tiempo y que no hay ninguna vida en peligro. Pero esta etapa es breve porque tampoco encaja con la realidad y, además, resulta agotador estar pensando todo el rato en soluciones.
- Etapa de la depresión
En la etapa de la depresión (que no es en sí el tipo de depresión que se considera trastorno mental, sino un conjunto de síntomas similares), dejamos de fantasear con realidades paralelas y volvemos al presente con una profunda sensación de vacío porque el ser querido ya no está ahí.
Aquí aparece una fuerte tristeza que no se puede mitigar mediante excusas ni mediante la imaginación, y que nos lleva a entrar en una crisis existencial al considerar la irreversibilidad de la muerte y la falta de incentivos para seguir viviendo en una realidad en la que el ser querido no está. Es decir, que no solo hay que aprender a aceptar que la otra persona se ha ido, sino que además hay que empezar a vivir en una realidad que está definida por esa ausencia.
En esta etapa es normal que nos aislemos más y que nos notemos más cansados, incapaces de concebir la idea de que vayamos a salir de ese estado de tristeza y melancolía.
- Etapa de aceptación
Es en el momento en el que se acepta la muerte del ser querido cuando se aprende a seguir viviendo en un mundo en el que ya no está, y se acepta que ese sentimiento de superación está bien. En parte, esta fase se da porque la huella que el dolor emocional del duelo se va extinguiendo con el tiempo, pero también es necesario reorganizar activamente las propias ideas que conforman nuestro esquema mental.
No es una etapa feliz en contraposición al resto de etapas del duelo, sino que al principio se caracteriza más bien por la falta de sentimientos intensos y por el cansancio. Poco a poco va volviendo la capacidad de experimentar alegría y placer, y a partir de esa situación las cosas suelen volver a la normalidad.
Patricia Santiago García
Psicóloga Clínica (M-26280)
Experta en Intervención Psicoterapéutica
Experta en Mediación y Orientación familiar